Lo publicaba el suplemento dominical XLSemanal el pasado
12/08/12. No puedo estar mas de acuerdo, al igual que la mayoría de los
ciudadanos me imagino, por eso no me resisto a la tentación de incluirlo en
este blog.
Arturo
Pérez-Reverte
Lo sugería el ex embajador Paco Vázquez hace unos días, de guasa. Aunque
tiene razón: debería ser obligatorio. Como a registrador de la propiedad, pero
con temario más amplio. Y quien no llegue, a tomar por saco. Búscate la vida,
chaval. O chavala. Recogiendo melones, fregando suelos o podando setos, como la
gente que no tiene más remedio; y que, sin embargo, a menudo está mejor
preparada. Ignoro si de ese modo iba a resolverse algo, pero introduciría algo
de justicia en el putiferio. Sentido común dentro del esperpento nacional.
Porque oigan: en España deben hacerse oposiciones para médico de la Seguridad
Social, arquitecto municipal, inspector de Hacienda, abogado del Estado,
fiscal, juez, o cualquier puesto público. Hasta un profesor de instituto o
catedrático de universidad deben hacerlas. Quien pretenda currar en los
sectores de la sociedad dedicados a la función pública, debe enfrentarse a unas
oposiciones que a veces son de una dureza terrible, en situaciones de extrema
competencia y con años de estudio, preparándose. Y sin embargo, el aspecto más
decisivo en nuestras vidas, la actividad política que determina el presente y
condiciona el futuro, puede caer en manos de cualquiera. A veces, quizás, de
individuos excepcionalmente preparados; pero también, y eso ya resulta menos
excepcional, de cualquier analfabestia incompetente, varón o hembra, incapaz de
articular sujeto, verbo y predicado, cuyo único mérito, o aval, es compartir
ideología o intereses -a menudo una y otros van íntimamente relacionados- con
un partido político concreto.
Porque echen cuentas, señoras y caballeros. Si no todos los
médicos que salen de la facultad superan las pruebas de residente, ni todos los
abogados las de juez, por ejemplo; si para conducir un coche hace falta superar
un examen teórico, otro práctico y tests psicotécnicos; si tenemos la
constancia experimental de que no todos valemos para todo, ni siquiera cuando
se trata de gente preparada y con estudios, calculen, entonces, el control de
calidad, las Iteuves posteriores y la psicotecnia que pasaría buena parte de
las decenas de miles de políticos españoles en activo o en pasivo, algunos de
los cuales -conozco a un concejal de cultura en esa situación exacta- no tienen
ni acabado el bachillerato. Consideren los que habrían llegado ahí, donde
están, medran y trincan, de exigírseles estudios, preparación, controles éticos
y formación adecuada. De aplicárseles de un modo práctico, objetivo, antes de
ocupar puestos de tanta importancia, tan bien pagados y con tantos privilegios,
la idea de los antiguos filósofos griegos de que toda comunidad pública debe
ser gobernada por los mejores. Y de establecerse si lo son. O si no lo son.
Eso, naturalmente, incluye a algunos de nuestros sindicalistas,
ornatos del telediario. Cuando oigo expresarse a los más conspicuos, o
los veo pasear la pancarta queriendo ponerse al frente de ciudadanos honrados
que no sé cómo los toleran, con sus antecedentes, pienso que todo aspirante a
líder sindical debería probar antes su conocimiento histórico de la lucha de
clases y su capacidad oratoria para convencer al trabajador de que es necesario
dedicar parte del sueldo -y no de subvenciones estatales embolsadas por la
cara- a mantener una institución sindical imprescindible para la sociedad, cuyo
único fin es defenderlo de las agresiones de empresarios y políticos. Y si, por
reparto de pastel, ese mismo sindicalista puede acabar en el consejo de
administración de una caja de ahorros -que tiene pelotas la cosa-, tampoco
estaría de más que se le examinara antes de las cuatro reglas: sumar, restar,
multiplicar y dividir. Como mínimo.
Así que, oigan. Puestos a suponer gente pública idónea, España
decente, mundos felices donde comer perdices, permítanme imaginar una actividad
política regida por el sentido común. O sea: militantes de partidos
colaborando, faltaría más, en cuanto haga falta. Según su ideología, interés y
conciencia; allá cada cual. Sin embargo, cualquiera que aspirase a figurar en
una lista elegible por los ciudadanos, tendría que hacer antes unas oposiciones
en las que se le examinase de cultura general como trámite previo. Y luego,
según las especializaciones a las que aspirase -ministro de Trabajo, presidente
de Gobierno y tonterías así-, de economía, derecho, política internacional,
historia de España y ética, por ejemplo; aunque temo que aprobar ética muchos
lo tendrían peliagudo. Y por supuesto, idiomas: inglés, un poco de francés,
alemán. A no pocos de ahora -muchos impresentables de ambos sexos lo demuestran
en cuanto abren la boca en el Parlamento- ni siquiera se les exige hablar bien
el castellano.